viernes, 29 de junio de 2012

lunes, 18 de junio de 2012

Tina Modotti






Tina Modotti, por Edward Weston










Escribió Pablo Neruda sobre Tina Modotti, la actriz, fotógrafa y revolucionaria italiana que había estado en Moscú y que se asentó en México:


     “Cuando quiero recordar a Tina Modotti debo hacer un esfuerzo, como si tratara de recoger un puñado de niebla. Frágil, casi invisible. ¿La conocí o no la conocí? Era muy bella aún: un óvalo pálido enmarcado por dos alas negras de pelo recogido, unos grandes ojos de terciopelo que siguen mirando a través de los años. Diego Rivera dejó su figura en uno de sus murales, aureolada por coronaciones vegetales y lanzas de maíz.

     Esta revolucionaria italiana, gran artista de la fotografía, llegó a la Unión Soviética hace tiempo con el propósito de retratar multitudes y monumentos. Pero allí, envuelta por el desbordante ritmo de la creación socialista, tiró su cámara al río Moscova y se juró a sí misma consagrar su vida a las más humildes tareas del partido comunista. Cumpliendo este juramento la conocí yo en México y la sentí morir aquella noche.
     Esto sucedió en 1941. Su marido era Vittorio Vidale, el célebre comandante Carlos del 5º Regimiento. Tina Modotti murió de un ataque al corazón en el taxi que la conducía a su casa. Ella sabía que su corazón andaba mal pero no lo decía para que no le escatimaran el trabajo revolucionario. Siempre estaba dispuesta a lo que nadie quiere hacer: barrer las oficinas, ir a pie hasta los lugares más apartados, pasarse las noches en vela escribiendo cartas o traduciendo artículos. En la guerra española fue enfermera para los heridos de la República. (...) Mientras tanto, Carlos y yo velábamos el pequeño cadáver. Ver sufrir a un hombre tan recio y tan valiente no es un espectáculo agradable. Aquel león sangraba al recibir en la herida el veneno corrosivo de la infamia que quería manchar a Tina Modotti una vez más ya muerta. El comandante Carlos rugía con los ojos enrojecidos; Tina era de cera en su pequeño ataúd de exiliada; yo callaba impotente ante toda la congoja humana reunida en aquella habitación.
     Los periódicos llenaban páginas enteras de inmundicias folletinescas. La llamaban "la mujer misteriosa de Moscú". Algunos agregaban: "Murió porque sabía demasiado." Impresionado por el furioso dolor de Carlos tomé una decisión. Escribí un poema desafiante contra los que ofendían a nuestra muerta. Lo mandé a todos los periódicos sin esperanza alguna de que lo publicaran. Oh, milagro! Al día siguiente, en vez de las nuevas y fabulosas revelaciones que prometían la víspera, apareció en todas las primeras páginas mi indignado y desgarrado poema.
     El poema se titulaba ‘Tina Modotti ha muerto’. Lo leí aquella mañana en el cementerio de México, donde dejamos su cuerpo y donde yace para siempre bajo una piedra de granito mexicano. Sobre esa piedra están grabadas mis estrofas. Nunca más aquella prensa volvió a escribir una línea en contra de ella.”
    


 Edward Weston fue maestro y amante de Tina Modotti. Ella fue una de sus mejores modelos: así la retrató con alcuza.
























La mujer exhausta










Aveces la noche
se burla de la carne
y elige a ciegas.
Después, la mañana
es de un gris tenebroso
y no hay lengua de humano
que lama la herida










Hermé G. Donis



































































lunes, 11 de junio de 2012

Barbara Kane y su danza del Pañuelo































Barbara Kane y sus jilgueros



































Isadora bajo la lluvia

















Isadora Duncan















La mujer que se abraza el corazón

  





















Isadora y sus hijos









Isadora Duncan  y sus hijos
















La joven Isadora bajo el arco triunfal






























Isadora en el ágora...























Isadora y la cervatilla que baja por el monte...